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Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha aumentado significativamente el uso de tecnologías de vigilancia basadas en inteligencia artificial, incluyendo el escaneo de datos biométricos y la geolocalización.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha aumentado significativamente el uso de tecnologías de vigilancia basadas en inteligencia artificial, incluyendo el escaneo de datos biométricos y la geolocalización.
Este sistema de vigilancia es el resultado de una colaboración entre el gobierno y empresas privadas como Palantir y Anduril. La implementación de estos programas ha sido facilitada por generosos presupuestos para agencias de inteligencia, permitiendo la recolección de datos de diversas fuentes, a menudo sin las autorizaciones judiciales adecuadas.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha aumentado significativamente el uso de tecnologías de vigilancia basadas en inteligencia artificial, incluyendo el escaneo de datos biométricos y la geolocalización.
Este sistema de vigilancia es el resultado de una colaboración entre el gobierno y empresas privadas como Palantir y Anduril. La implementación de estos programas ha sido facilitada por generosos presupuestos para agencias de inteligencia, permitiendo la recolección de datos de diversas fuentes, a menudo sin las autorizaciones judiciales adecuadas.
A través del Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por Elon Musk, el gobierno ha acumulado datos personales de millones, incluyendo información fiscal y médica. Adicionalmente, el uso de drones con reconocimiento facial y herramientas para monitorear redes sociales ha suscitado preocupaciones sobre la vulneración de derechos humanos y libertades individuales, afectando especialmente a comunidades vulnerables e inmigrantes.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha aumentado significativamente el uso de tecnologías de vigilancia basadas en inteligencia artificial, incluyendo el escaneo de datos biométricos y la geolocalización.
Este sistema de vigilancia es el resultado de una colaboración entre el gobierno y empresas privadas como Palantir y Anduril. La implementación de estos programas ha sido facilitada por generosos presupuestos para agencias de inteligencia, permitiendo la recolección de datos de diversas fuentes, a menudo sin las autorizaciones judiciales adecuadas.
A través del Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por Elon Musk, el gobierno ha acumulado datos personales de millones, incluyendo información fiscal y médica. Adicionalmente, el uso de drones con reconocimiento facial y herramientas para monitorear redes sociales ha suscitado preocupaciones sobre la vulneración de derechos humanos y libertades individuales, afectando especialmente a comunidades vulnerables e inmigrantes.
Este modelo de vigilancia está comenzando a ser replicado en Europa, donde varios países adoptan prácticas de reconocimiento facial y vigilancia biométrica. La preocupación radica en que estas medidas, inicialmente dirigidas a grupos específicos, podrían extenderse a la población general, amenazando la privacidad y erosionando principios democráticos.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Estados Unidos ha aumentado significativamente el uso de tecnologías de vigilancia basadas en inteligencia artificial, incluyendo el escaneo de datos biométricos y la geolocalización.
Este sistema de vigilancia es el resultado de una colaboración entre el gobierno y empresas privadas como Palantir y Anduril. La implementación de estos programas ha sido facilitada por generosos presupuestos para agencias de inteligencia, permitiendo la recolección de datos de diversas fuentes, a menudo sin las autorizaciones judiciales adecuadas.
A través del Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por Elon Musk, el gobierno ha acumulado datos personales de millones, incluyendo información fiscal y médica. Adicionalmente, el uso de drones con reconocimiento facial y herramientas para monitorear redes sociales ha suscitado preocupaciones sobre la vulneración de derechos humanos y libertades individuales, afectando especialmente a comunidades vulnerables e inmigrantes.
Este modelo de vigilancia está comenzando a ser replicado en Europa, donde varios países adoptan prácticas de reconocimiento facial y vigilancia biométrica. La preocupación radica en que estas medidas, inicialmente dirigidas a grupos específicos, podrían extenderse a la población general, amenazando la privacidad y erosionando principios democráticos.
La repercusión de estas prácticas ha generado alarmas tanto en el ámbito nacional como internacional, planteando serios debates sobre la ética de la vigilancia y su impacto en la sociedad. Se teme que, si no se regulan adecuadamente, estas tecnologías puedan convertirse en herramientas de control social que afecten gravemente a ciudadanos inocentes.
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